domingo, mayo 01, 2005

Ojos Negros


Mis dedos bailaban sobre tu ombligo al compás del parpadeo del reloj sobre el buró, con la otra mano acariciaba tu pelo desparramado sobre la almohada y tus ojos negros me miraban con paciencia mientras tus vanidosos labios prometían con lenguaje secreto caricias húmedas.

Poco a poco nos fuimos envolviendo en miradas nuevas, con tonos de colores distintos, nos fuimos sitiando en recorridos a cuatro manos en direcciones encontradas y nuestros pies desnudos se entendían en conversaciones de roces tibios.

Mi lengua tocaba las puertas de tu boca y tus labios se regocijaban como recibiendo aquella visita siempre esperada, mis piernas entre las tuyas y tus senos desnudos apretujándose contra mi pecho daban un significado tangible a todos nuestros viejos pactos de eternidades nocturnas.

El silencio pálido se invadía ahora de jadeos sutiles, mis labios descendían sin precaución por la escalera de tu cuello y entre el sudor que resbalaba por tus senos y mi saliva se dibujaban besos que en racimos atravesaban tu piel ardiente.

Pude tocar la fragilidad de tu cintura cuando tus piernas se enrollaban en mi cuello, recorrí desde tus piernas hasta tus caderas con mi aliento entusiasmado de saborearte a pequeños sorbos pero con la decisión de ingerirte hasta la última gota.

Tu cabello se pegaba a tu rostro humedecido mientras tus muslos apretaban enérgicamente mi cuerpo con la seguridad que les daba saberse dueños de cuanto aprisionaban. Mis manos se posaban sobre tus caderas rindiéndose totalmente ante la poesía que se empezaba a escribir desde tu espalda baja y sin punto final se rescribía en párrafos que se esparcían por todo tu cuerpo.

Mujer, deidad, gotas de inspiración sin envasar o sueño de amaneceres nocturnos. Te definían para cada día de mi inmortalidad tus ojos negros cuando nos mirábamos por encima de prolongados espasmos que salpicaban sudor efímero que nacía y se evaporaba a cada contracción de nuestros cuerpos revueltos bajo la mirada complacida de la noche que se asomaba por la ventana conteniendo la respiración para no ser descubierta.

En tus ojos negros pude ver sentimientos sin definición en letras porque nunca nadie más los había sentido. De tus ojos negros tome la imagen del recuerdo que llevé colgado de mis labios cuando me quedé dormido y exiliado sobre tus senos mientras con tus manos cantabas caricias en mi pelo.


Luis Gonzalo Hernandez Zamora