lunes, agosto 22, 2005

-.03 de Enero del año en curso, cualquiera que éste sea.-




A la lluvia de agosto siempre le ha gustado
albergar recuerdos perdidos entre sus gotas,
recuerdos que alguna vez alguien
... olvidó archivar.


El miércoles se despertó por la mañana, un poco mas tarde que de costumbre, los cristales de sus ventanas lucían empañados, se acercó un poco a una de ellas y pudo ver un cielo triste y gris que daba la impresión de estarse desparramando a gotas sobre una ciudad que en esos momentos parecía adoptada por la tristeza.

Se sorprendió a si mismo al darse cuenta que no podía recordar cuando había sido la ultima vez que había visto llover. No podía recordarlo, sin embargo sentía que en alguna ocasión ya había visto desparramarse al cielo de esa forma y que él se había mojado de tristeza.

Al percatarse de que no se escuchaba ningún ruido en el interior de la casa, se dirigió a la cocina por un poco de agua, en la cocina tampoco había nadie así que pensó que su esposa probablemente había ido a algún lugar cercano a buscar algo para desayunar y que no tardaría mucho en regresar.

Mientras tanto decidió dar un paseo por la casa y explorar todos esos rincones que por momentos se le hacían tan desconocidos o que quizá jamás se haba acercado siquiera a ellos.

Descubrió algunas cosas curiosas, pero sin duda lo que mas le llamó la atención fue ese cuarto decorado con una gran cantidad de fotografías. Pasó algunos minutos observándolas, encontró mucha gente desconocida en algunas de ellas y pensó que si estaban pegadas en la pared era porque en algún momento habían significado algo importante en su vida, sin embargo no logró recordarlo así que decidió que de ahora en adelante las marcaría con alguna anotación y la fecha para no hacerlas presa de esos despistes que últimamente hacían que todo lo que veía, lo viera como si fuera la primera vez.

Entre las fotos encontró las de su boda y en esos momentos más que recuerdos fueron sentimientos los que se le amontonaban en su cabeza. Cuanto debía quererla para que en ese momento estuviera cerrando los ojos y sintiera cosquilleos en la espalda y al respirar profundamente dejara de percibir el olor de la lluvia para aspirar aquel delicioso aroma que tenia ella por las noches mientras dormía después de hacer el amor.

Absorto en sus pensamientos desvió un poco la mirada de la pared llena de fotografías y descubrió un enorme ventanal, en el cual imaginó que la luna se colgaba por las noches estrelladas y que el sol impaciente venia a buscarla en amaneceres imprevistos.

Junto al ventanal había una mesa, sobre de la mesa un tintero viejo, una pluma, un cenicero con algunas colillas y algunos papeles.

Se acercó a la mesa y encendió un cigarro mientras empezaba a leer los papeles que había sobre de ella.

Eran cartas, poesías y algunas cosas de las cuales él gustaba escribir. Había escritos sobre esa luna colgada del ventanal y sobre como el sol la acosaba en aquellas noches rotas a destiempo, había escritos sobre el silbido de los grillos y sobre como él contenía la respiración para escucharlos, había escritos sobre promesas sin fecha de caducidad, sobre el día en que se conocieron y la primera vez que hicieron el amor.

...y se volvió a enamorar mientras se sumergía en las viejas letras que melancólicas cantaban canciones compuestas de madrugada.

Bajo el último de los escritos había un sobre abierto con una leyenda que decía 03 de enero del año en curso, cualquiera que este sea.

Lleno de curiosidad sacó los papeles del sobre, encontró un certificado medico de un diagnostico de alzheimer con su nombre y un certificado de defunción con el nombre de su esposa.



Y mientras el cielo continuaba rompiéndose,
el viejo tintero sobre la mesa... se llenó de lágrimas.


Luis Gonzalo Hernandez Zamora