miércoles, enero 26, 2005

-.A Uno De Cada Dos Latidos Del Corazón.-


A la luz del café y el palpitar del dominó estaba sentado tres pisos debajo de ella, quizás recordando o quizás muriendo. Había pasado ya ocho lunas de soledad, cruzando la novena, con la agonía dentro de su alma, estaba impaciente por llegar al final, aún sabiendo que no se volvería a mirar en su reflejo. En su mente solo deseaba llegar al olvido, para tal vez volverla a sentir a su lado, y no porque se hubiera ido, sino porque ya no estaba con él.

La indiferencia acechaba a su alrededor, a él ya no le importaba, solo pensaba en obsequiarle a quien ya no estaba con él uno de cada dos latidos de su corazón, forzándolo a trabajar a doble marcha, aún cuando se le estaba cayendo en pedazos. No podría yo describir el miedo a cruzarme en su mirada, me hubiera devastado tanta tristeza y no se aprende así tan dura lección, no se aprende ni aun como la estaba cargando él.

De repente dirigía su mirada hacia arriba, no como esperando verla ni mucho menos, sino como para aterrizar en su inaceptable realidad. Tres pisos de distancia no es igual a una eternidad pero si al nunca jamás y él lo entendía muy bien, solo él y nadie mas.

El pasar de los años no le dio fuerza, él pensaba que tampoco debilidad, el tiempo solo hizo más difícil este momento, instante tras instante, ya solo podía dejarlo pasar. Y no pasaba sin lastimar, se detenía a cada segundo para golpear, para arrebatar, para herir, para sembrar incertidumbre y tristeza que ya no cabía en su corazón, en su corazón, ése al que ya se había cansado de reclamar, porque a pesar de habérselo regalado a ella, nada pudo hacer para evitar la separación, y a uno de cada dos latidos se le retorcía de dolor.

Decidió subir tres pisos por la escalera, cada escalón era como pasar de un mundo a otro, paso a paso llegó y con un latido de cada dos se paró a su lado, eran tan fuerte y tan abrumador su silencio, pero aún así nadie lo escucho, mirando a todos si mirar inclino su cabeza hacia el féretro, con su mano derecha dibujo una caricia llena de amor, solo había tocado el metal, oscuro y frío como su mandato, al mirar su rostro dos pedazos de vida rodaron por sus mejillas y a uno de cada dos latidos su soledad se lleno de dolor, ahora ya no había incertidumbre y sabia que solo tendría que esperar.

Después de eso, el tiempo solo lo vio pasar, existió sin vida, vivió con su memoria y rindió tributo con su pensamiento a uno de cada dos latidos de su corazón.
Luis Gonzalo Hernandez Zamora

1 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

6:47 p.m.  

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