lunes, enero 03, 2005

-.Hoy llego diciembre.-

Hoy llego diciembre, tan implacable y cruel, tan solo y frío, que seguramente ha venido a cumplir algún viejo pacto de muerte.

Llego tan impaciente, como si tuviera prisa por regresar. Un hombre no tuvo mas que abrir los ojos para olerlo, apenas cruzaron sus miradas cuando ya había extraviado el rumbo de las aves en el cielo y ya había deshojado con facilidad los árboles de su conciencia, lo vio obscurecer el color de las nubes, adueñarse del horizonte, manifestándose con una soberbia digna de la desolación que provoco a su llegada, justo cuando el tiempo comenzaba a gotear quiso añorar los buenos tiempos, pero no pudo recordar ninguno.

Hoy llego diciembre, llego justo cuando lo esperaba, justo cuando menos lo necesitaba, le arrebato furioso tres hilos de humo de su cigarro, dos latidos de su corazón y un pensamiento.

¿Cuantas veces se puede recorrer un mismo camino en la misma dirección?, la respuesta nunca la sabría, pero de algo estaba seguro, recorrería ese mismo camino solo una vez más, él sabía perfectamente que tanta tristeza solo podía venir a una cosa. A verlo morir. Había dejado de tenerle miedo a la muerte tiempo atrás, cuando por los rumbos de sus sentimientos se la había topado ya varias veces, tantas, que juraría que ya jamás se separaba de su lado.

Su miedo mas grande ahora era la soledad, esa misma que nunca aprendió a querer, aun cuando trataba de demostrar todo lo contrario. Maldita soledad que le agrietaba los parpados, le destrozaba ilusiones, maldita soledad que llego con diciembre.

Ya no tenia caso mirar atrás, tratar de recordar las cosas del corazón le era mas que imposible, pues había perdido eso y muchas cosas mas cuando vendió su alma inmortal a cambio del poder del entendimiento, que caro estaba pagando su osadía, pero que bien ganado se lo tenia. Ahora que las notas de la tristeza invadían su cuerpo marchito, no por el tiempo, si no por la falta de el, se arrepintió de tanta amargura como le fue posible tragar en ese momento.

Sus ojos pálidos y secos habían dejado de llorar desde hacia tiempo, sus llantos ahora eran solo internos. Así, con la tristeza de diciembre sobre su espalda, sin una lágrima sobre su rostro, con un suspiro y la mirada baja, salio a la calle como perdido, emprendió su camino, detrás de el…. marchaba su sombra.


Luis Gonzalo Hernandez Zamora